UN CAMINO PROPIO, UNA
OPCIÓN PROPIA.
Parafraseando el nombre con que ha bautizado Lali este encuentro,
en esta ponencia y el posterior debate quisiera abordar del modo más
poliédrico posible una reflexión compartida en torno a la cuestión del quehacer
artístico de los participantes. Parto de la premisa según la cual no
existe encargo, ni ánimo de lucro, ni mercantilismos ni imperativos externos.
Entonces, cabe preguntarse qué es lo que nos lleva a tomar una iniciativa del
tipo creativo-artística. ¿a qué obedece esta conducta? ¿responde a alguna
cuestión personal? ¿qué hay de lo privado y lo público? ¿qué buscamos? ¿qué
ofrecemos o qué proponemos? ¿para qué y a quién sirve? ¿genera nuevos modos de
relacionarnos entre nosotros y con el mundo? ¿nos coloca en alguna posición de
privilegio?¿refugio? ¿cumple una función catártica o redentora? ¿subyace alguna
explicación del ámbito científico-social del tipo
"estímulo-respuesta"?
Soy consciente de que es enormemente complejo responder a preguntas
de esta naturaleza. Ya resulta difícil el mero hecho de plantearlas, elegirlas.
Me refiero a su pertinencia, a su utilidad en la pesquisa. Al elegir las
preguntas que lanzamos acerca de algo estamos condicionando lo que vamos a
saber y lo que desconoceremos por silenciado. Considerando como probable
que todos hayamos llevado a cabo algún tipo de proceso reflexivo en
un determinado momento, me gustaría hablar aquí un poco acerca de este
"momento" y no tanto de los resultados a que llegamos (si es
que llegamos a resultados) si bien entiendo que estos acaban influyendo
siempre en cada nuevo paso que damos, ya que suponen un constante
redireccionamiento, una permanente reconsideración de la posición en que nos
encontramos.
Exploración interna (yo), externa (el mundo), prácticas políticas desde lo
privado, adscripción estética, resistencia cultural, crítica, hedonismo,
terapia, más de una cosa a la vez...
Casi preferiría no poner nombres, no cartografiar los caminos
prematuramente. En definitiva, no quisiera contaminar con la precariedad e
inexactitud de las palabras y los nombres puesto que acaban por actuar como
filtros superpuestos al tema o foco del debate. De hecho, busco de los
asistentes a este acto una suerte de complicidad positiva, un salto participativo
que ayude a hacer comprensible lo que trato de transmitir más allá de las
palabras ya que cada cual tiene un modo personal de enunciar y poner nombre a
las cosas y los fenómenos. Contando de antemano con esa buena voluntad o
predisposición que permita una reflexión lo más abierta posible, voy a tratar
de hablar desde mí del porqué y el cómo de haber dedicado mi tiempo y esfuerzos
al arte en lugar de a otra cosa. Del porqué y el cómo voy a seguir adelante con
ello.
Mucho estímulo en la infancia no es que recibiera; a mi alrededor no
abundaban los casos de artistas y lo poco que pude conocer en el estricto
ámbito familiar y de las amistades más íntimas no sobrepasaba la de algún
aficionado. Mis tíos maternos eran joyeros. Muy buenos en su oficio. Artesanos.
De joyería sí que oí hablar bastante en casa. De arte, de historia, de
exposiciones o de museos, nada de nada. Bueno, claro, estaba Velázquez. Y
reírse del arte abstracto que no entendía nadie y que era una farsa.
Tenía 6 años, estudiaba el primer curso de egb y cada día iba y volvía al
colegio acompañado de mi abuela. Al lado de casa se construía un proyecto
faraónico del Madrid de entonces: la M-3O. La pobre tenía que estirar fuerte
para desclavarme de delante de la obra (sobretodo en los regresos, más pausados
y relajados).¿Llevaba yo prematuramente un jubilado dentro de mí? La
pasta de cemento amasada en su punto, el lanzamiento certero con el balaustre,
la presión exacta del ladrillo....me embelesaba. Le decía a mi abuela que yo
quería hacer eso de mayor. Y ella me decía "no, tú tienes que ser el
arquitecto!". Sorprendida me oía contestar: "no, no! yo quiero poner
los ladrillos!". Hoy creo darle sentido a diario a este episodio.
No recuerdo muy bien cómo me encontré dibujando mi imaginario inmediato:
personajes, caras, coches, héroes de dibujos animados.. además de muchas hojas
sueltas, rellenaba libretas y me las guardaba. dibujaba en clase. destrozaba
las imagenes de los libros de texto. En casa recuerdo muy bien el Telekran,
aquella pantalla de polvo metálico gris que permitía dibujar con dos mandos
giratorios. super cartesiano. arriba-abajo, izquierda-derecha. las diagonales y
las curvas tenían verdadero mérito al requerir de cierta pericia moviendo a la
vez los dos mandos. cuando acababa un dibujo, como me había pasado horas con
él, le pedía a mi padre que le hiciera una foto a la pantalla antes de borrarla
para hacer uno nuevo. por aquella época construí montones de maquetas de
aviones, barcos, coches, cohetes que pintaba cada vez más seguro. luego me pasaba
horas contemplándolas colgar del techo con hilos de nylon, soplando desde la
cama para que se movieran en el aire.En esos momentos, tendría unos 11 o 12
años, a mi familia ya le empezaba a llamar la atención mi deriva hacia las
imagenes, hacia los objetos, mi capacidad o necesidad de concentración, de
aislamiento. de trabajo manual; creo que era una manera de jugar, de
fantasear, de explorar mundos pero cuando ya era irreversible la salida del
universo infantil; suponía una posibilidad de prolongación.
A los 16 años trabajaba en verano de camarero en una residencia de la
Generalitat para poder subsistir económicamente. En los momentos flojos de
trabajo no paraba de dibujar. a los clientes, el bar, todo lo que se me ponía
por delante. en mi habitación pintaba las puertas del viejo armario ropero de
chapa de madera. los resultados no eran del todo satisfactorios. de hecho
reconocía demasiados defectos, demasiada imperícia. pero cada vez me enganchaba
más. a mi alrededor comenzaban a parecer caracteres con afinidades artísticas.
nos mostrábamos nuestros trabajos, nuestros esfuerzos. compartíamos
inquietudes. el lado artístico o estético de la vida se iba haciendo un espacio
enorme, pesado.
Con 17 años llega la primera decisión propia, consciente: me busqué un
escuela de arte. Un sitio donde "aprender". Ya estaba bien de viaje
autodidacta. Necesitaba críticas, correcciones, buenos consejos....iba dos o
tres tardes-noche a la semana. El recuerdo de mis primeros pasos por el Taller
de Artes Plásticas Leonardo da Vinci pertenece a lo mítico. La vida se
convirtió para mí en algo muy intenso. A través de la actividad artística
disfrutaba de estar vivo como nunca antes. a medida que conocía los trabajos de
nuevos artistas quería ser uno de ellos. Recuerdo mi pasión por Dalí. Por el
surrealismo de las imágenes. de los personajes y paisajes. Y la
música....siempre oyendo música. Mi primer walk-man. Dibujar con los rotring
escuchando Pink-Floyd. Oír decir literalmente a mi tío bromeando con ironía
ante mis dibujos: "en aquest noi li passa alguna cosa!". Y yo pensar
"sí, sí que me pasa algo; y no va a parar". Era consciente que la
elección era para toda la vida. Y sentía una extraña felicidad, muy honda:
podría envejecer feliz pues hasta que me fallaran las fuerzas y los ánimos
sería capaz de sostener un lápiz y arrastrarlo por el papel.
El servicio militar, aquel año de desarraigo, de permanecer en un limbo, de
suspenso de mi vida libre me hizo contemplar la vida como algo que si no cogía
por las riendas se me iba a pasar de largo. Me horrorizaba la idea de acabar
convirtiéndome, sin más, en alguien que se ganara la vida y echara para
adelante. Me empezó a resultar imposible pensar que la vida pudiera ser algo
tan automático y donde no tuviera cabida mi gran inquietud. Me negué a
arrinconarla a cambio de nada. Era el vacío, el abismo. Un sinsentido de vida.
Estudiaría Bellas Artes aunque no hiciera con ello nada de provecho. Eso no lo
piensa casi nadie inteligente de mi generación. Recuerdo consejos
disuasorios. Y a mi madre apoyándome incondicionalmente.
Al regresar a la vida civilizada viví un año que fue como un tránsito:
trabajaba en una empresa de motores gasolina y diesel en Figueres a horario
completo. Al llegar a Llança me encerraba hasta muy tarde en la escuela
municipal de arte que dirigía Josep Martínez Lozano. Dibujaba, pintaba y
modelaba barro. Preparaba la entrada a la Facultad. Como iba cada día, muchas
veces estaba sólo pues la gente asistía exclusivamente los días prescriptivos.
Yo tenía bula del maestro. Aquello era "mi" taller. Tenía llave
propia y libre accesibilidad.
Desde entonces no he parado. Ni he dudado. Pero recuerdo que fue una
elección muy fuerte. Sabía que arriesgaba pero estaba convencido de que si no
lo hacía lo lamentaría.
Entiendo dicha decisión no sólo como un acto de empoderamiento, de tomar
las riendas de mi propia vida, sino también como acto de resistencia y como la
construcción de un refugio. Constiituye una reivindicación de mi yo frente a
una corriente que te arrastra y te diluye.
El mundo, la vida tal y como está montada o la conocemos en la actualidad
encorseta mucho, nos es impuesta. Hacer algo que nadie te pide que hagas,
producir objetos, realizar actos, tomar decisiones que nadie necesita ni espera
no puede ser arbitrario. Abandonar la corriente movida por automatismos y en
una dirección que no has decidido, que no te interesa, que no te convence.
Pararte y pensar. Pensarte. Quién eres y qué eres. Encontrar un sentido.
Vehicular o canalizar tus intereses, tus ideas, tus experiencias de lo vivo. El
trabajo artístico, cuando así merece llamarse, representa alternativas a lo
imperante. Mundos posibles, existencias y actos diferentes. Emana de una
actitud de respeto profundo hacia la existencia, hacia lo que significa estar
vivo, habitar este mundo. Desde la soledad y la libertad absoluta. La soledad
evita el ruido, el tumulto que impide concentrarse para sentir entonces el
vértigo, la deriva del pensamiento libre, sin rumbo. Conlleva esto el miedo al
desquicie, a la locura, el no retorno.
Y al final, acabamos convertidos en unos tipos raros. Existencias atípicas
para el resto de la gente que no acierta a construir una explicación a la
anomalía que representamos.
El constante cuestionamiento propio , permite
enfrentarse al mundo críticamente y supone un ejercicio muy útil en el
desarrollo de aspectos básicos de la idea que yo tengo de humanidad como
curiosidad insaciable, buscar sin desfallecer, encontrar, cuestionar,
aceptar, dudar, rechazar, volver a buscar. Este permanente proceso, esta
actitud, favorece el cambio, la transformación y por tanto el replanteamiento
diario de lo que atañe a la vida y al mundo. Entiendo que es otro modo de estar
vivo, irreversible y como más completo .
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