panoràmica del Tade (I)

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alguns dels participants 2015

dilluns, 25 de novembre del 2013

UN CAMINO PROPIO, UNA OPCIÓN PROPIA. Santi Fernández.

UN CAMINO PROPIO, UNA OPCIÓN PROPIA.


Parafraseando el nombre con que ha bautizado Lali  este encuentro,  en esta ponencia y el posterior debate quisiera abordar del modo más poliédrico posible una reflexión compartida en torno a la cuestión del quehacer artístico de los participantes. Parto de la premisa según la cual  no existe encargo, ni ánimo de lucro, ni mercantilismos ni imperativos externos. Entonces, cabe preguntarse qué es lo que nos lleva a tomar una iniciativa del tipo creativo-artística. ¿a qué obedece esta conducta? ¿responde a alguna cuestión personal? ¿qué hay de lo privado y lo público? ¿qué buscamos? ¿qué ofrecemos o qué proponemos? ¿para qué y a quién sirve? ¿genera nuevos modos de relacionarnos entre nosotros y con el mundo? ¿nos coloca en alguna posición de privilegio?¿refugio? ¿cumple una función catártica o redentora? ¿subyace alguna explicación del ámbito científico-social del tipo "estímulo-respuesta"?

Soy consciente de que es enormemente complejo  responder a preguntas de esta naturaleza. Ya resulta difícil el mero hecho de plantearlas, elegirlas. Me refiero a  su pertinencia, a su utilidad en la pesquisa. Al elegir las preguntas que lanzamos acerca de algo estamos condicionando lo que vamos a saber y lo que desconoceremos por silenciado. Considerando como probable  que todos hayamos llevado a cabo algún tipo de  proceso reflexivo en un determinado momento, me gustaría hablar aquí un poco acerca de este "momento" y  no tanto de los resultados a que llegamos (si es que llegamos a resultados) si bien entiendo que estos acaban influyendo  siempre en cada nuevo paso que damos, ya que suponen un constante redireccionamiento, una permanente reconsideración de la posición en que nos encontramos.

Exploración interna (yo), externa (el mundo), prácticas políticas desde lo privado, adscripción estética, resistencia cultural, crítica, hedonismo, terapia, más de una cosa a la vez...

Casi preferiría no poner nombres, no cartografiar los caminos prematuramente. En definitiva, no quisiera contaminar con la precariedad e inexactitud de las palabras y los nombres puesto que acaban por actuar como filtros superpuestos al tema o  foco del debate. De hecho, busco de los asistentes a este acto una suerte de complicidad positiva, un salto participativo que ayude a hacer comprensible lo que trato de transmitir más allá de las palabras ya que cada cual tiene un modo personal de enunciar y poner nombre a las cosas y los fenómenos. Contando de antemano con esa buena voluntad o predisposición que permita una reflexión lo más abierta posible, voy a tratar de hablar desde mí del porqué y el cómo de haber dedicado mi tiempo y esfuerzos al arte en lugar de a otra cosa. Del porqué y el cómo voy a seguir adelante con ello.

Mucho estímulo en la infancia no es que recibiera; a mi alrededor no abundaban los  casos de artistas y lo poco que pude conocer en el estricto ámbito familiar y de las amistades más íntimas no sobrepasaba la de algún aficionado. Mis tíos maternos eran joyeros. Muy buenos en su oficio. Artesanos. De joyería sí que oí hablar bastante en casa. De arte, de historia, de exposiciones o de museos, nada de nada. Bueno, claro, estaba Velázquez. Y reírse del arte abstracto que no entendía nadie y que era una farsa.
Tenía 6 años, estudiaba el primer curso de egb y cada día iba y volvía al colegio acompañado de mi abuela. Al lado de casa se construía un proyecto faraónico del Madrid de entonces: la M-3O. La pobre tenía que estirar fuerte para desclavarme de delante de la obra (sobretodo en los regresos, más pausados y relajados).¿Llevaba yo prematuramente un jubilado dentro de mí?  La pasta de cemento amasada en su punto, el lanzamiento certero con el balaustre, la presión exacta del ladrillo....me embelesaba. Le decía a mi abuela que yo quería hacer eso de mayor. Y ella me decía "no, tú tienes que ser el arquitecto!". Sorprendida me oía contestar: "no, no! yo quiero poner los ladrillos!". Hoy creo darle sentido a diario a este episodio.
No recuerdo muy bien cómo me encontré dibujando mi imaginario inmediato: personajes, caras, coches, héroes de dibujos animados.. además de muchas hojas sueltas, rellenaba libretas y me las guardaba. dibujaba en clase. destrozaba las imagenes de los libros de texto. En casa recuerdo muy bien el Telekran, aquella pantalla de polvo metálico gris que permitía dibujar con dos mandos giratorios. super cartesiano. arriba-abajo, izquierda-derecha. las diagonales y las curvas tenían verdadero mérito al requerir de cierta pericia moviendo a la vez los dos mandos. cuando acababa un dibujo, como me había pasado horas con él, le pedía a mi padre que le hiciera una foto a la pantalla antes de borrarla para hacer uno nuevo. por aquella época construí montones de maquetas de aviones, barcos, coches, cohetes que pintaba cada vez más seguro. luego me pasaba horas contemplándolas colgar del techo con hilos de nylon, soplando desde la cama para que se movieran en el aire.En esos momentos, tendría unos 11 o 12 años, a mi familia ya le empezaba a llamar la atención mi deriva hacia las imagenes, hacia los objetos, mi capacidad o necesidad de concentración, de aislamiento. de trabajo manual; creo que  era una manera de jugar, de fantasear, de explorar mundos pero cuando ya era irreversible la salida del universo infantil; suponía una posibilidad de prolongación.
A los 16 años trabajaba en verano  de camarero en una residencia de la Generalitat para poder subsistir económicamente. En los momentos flojos de trabajo no paraba de dibujar. a los clientes, el bar, todo lo que se me ponía por delante. en mi habitación pintaba las puertas del viejo armario ropero de chapa de madera. los resultados no eran del todo satisfactorios. de hecho reconocía demasiados defectos, demasiada imperícia. pero cada vez me enganchaba más. a mi alrededor comenzaban a parecer caracteres con afinidades artísticas. nos mostrábamos nuestros trabajos, nuestros esfuerzos. compartíamos inquietudes. el lado artístico o estético de la vida se iba haciendo un espacio enorme, pesado.
Con 17 años llega la primera decisión propia, consciente: me busqué un escuela de arte. Un sitio donde "aprender". Ya estaba bien de viaje autodidacta. Necesitaba críticas, correcciones, buenos consejos....iba dos o tres tardes-noche a la semana. El recuerdo de mis primeros pasos por el Taller de Artes Plásticas Leonardo da Vinci pertenece a lo mítico. La vida se convirtió para mí en algo muy intenso. A través de la actividad artística disfrutaba de estar vivo como nunca antes. a medida que conocía los trabajos de nuevos artistas quería ser uno de ellos. Recuerdo mi pasión por Dalí. Por el surrealismo de las imágenes. de los personajes y paisajes. Y la música....siempre oyendo música. Mi primer walk-man. Dibujar con los rotring escuchando Pink-Floyd. Oír decir literalmente a mi tío bromeando con ironía ante mis dibujos: "en aquest noi li passa alguna cosa!". Y yo pensar "sí, sí que me pasa algo; y no va a parar". Era consciente que la elección era para toda la vida. Y sentía una extraña felicidad, muy honda: podría envejecer feliz pues hasta que me fallaran las fuerzas y los ánimos sería capaz de sostener un lápiz y arrastrarlo por el papel.
  
El servicio militar, aquel año de desarraigo, de permanecer en un limbo, de suspenso de mi vida libre me hizo contemplar la vida como algo que si no cogía por las riendas se me iba a pasar de largo. Me horrorizaba la idea de acabar convirtiéndome, sin más, en alguien que se ganara la vida y echara para adelante. Me empezó a resultar imposible pensar que la vida pudiera ser algo tan automático y donde no tuviera cabida mi gran inquietud. Me negué a arrinconarla a cambio de nada. Era el vacío, el abismo. Un sinsentido de vida. Estudiaría Bellas Artes aunque no hiciera con ello nada de provecho. Eso no lo piensa casi nadie inteligente de  mi generación. Recuerdo consejos disuasorios. Y a mi madre apoyándome incondicionalmente.

Al regresar a la vida civilizada viví un año que fue como un tránsito: trabajaba en una empresa de motores gasolina y diesel en Figueres a horario completo. Al llegar a Llança me encerraba hasta muy tarde en la escuela municipal de arte que dirigía Josep Martínez Lozano. Dibujaba, pintaba y modelaba barro. Preparaba la entrada a la Facultad. Como iba cada día, muchas veces estaba sólo pues la gente asistía exclusivamente los días prescriptivos. Yo tenía bula del maestro. Aquello era "mi" taller. Tenía llave propia y libre accesibilidad.
Desde entonces no he parado. Ni he dudado. Pero recuerdo que fue una elección muy fuerte. Sabía que arriesgaba pero estaba convencido de que si no lo hacía lo lamentaría.
Entiendo dicha decisión no sólo como un acto de empoderamiento, de tomar las riendas de mi propia vida, sino también como acto de resistencia y como la construcción de un refugio. Constiituye una reivindicación de mi yo frente a una corriente que te arrastra y te diluye. 

El mundo, la vida tal y como está montada o la conocemos en la actualidad encorseta mucho,  nos es impuesta. Hacer algo que nadie te pide que hagas, producir objetos, realizar actos, tomar decisiones que nadie necesita ni espera no puede ser arbitrario. Abandonar la corriente movida por automatismos y en una dirección que no has decidido, que no te interesa, que no te convence. Pararte y pensar. Pensarte. Quién eres y qué eres. Encontrar un sentido. Vehicular o canalizar tus intereses, tus ideas, tus experiencias de lo vivo. El trabajo artístico, cuando así merece llamarse, representa alternativas a lo imperante. Mundos posibles, existencias y actos diferentes. Emana de una actitud de respeto profundo hacia la existencia, hacia lo que significa estar vivo, habitar este mundo. Desde la soledad y la libertad absoluta. La soledad evita el ruido, el tumulto que impide concentrarse para sentir entonces el vértigo, la deriva del pensamiento libre, sin rumbo. Conlleva esto el miedo al desquicie, a la locura, el no retorno. 

Y al final, acabamos convertidos en unos tipos raros. Existencias atípicas para el resto de la gente que no acierta a construir una explicación a la anomalía que representamos.
El   constante cuestionamiento propio , permite enfrentarse al mundo críticamente y supone un ejercicio muy útil en el desarrollo de aspectos básicos de la idea que yo tengo de humanidad como  curiosidad insaciable, buscar sin desfallecer, encontrar, cuestionar, aceptar, dudar, rechazar, volver a buscar. Este permanente proceso, esta actitud,  favorece el cambio, la transformación y por tanto el replanteamiento diario de lo que atañe a la vida y al mundo. Entiendo que es otro modo de estar vivo, irreversible y como más completo .


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